< Un corazón nuevo y un espíritu nuevo> Ez 36,22-27
La teología
espiritual es aquella parte de la teología católica, que a partir de los datos
revelados y de la experiencia espiritual de los santos, indaga la vida
espiritual: su concepto, los modos de progreso desde los inicios hasta la
cumbre de la perfección mística; aun cuando el objeto de la teología espiritual
es la misma vida espiritual y la santidad, existen discrepancias entre los
teólogos acerca de las partes del tratado o del orden de los contenidos. Royo Marín, divide el estudio en cuatro partes. Los principios fundamentales de la
vida cristiana, el organismo sobrenatural y la perfección cristiana, el
desarrollo normal de la vida cristiana y los fenómenos místicos
extraordinarios. A lo largo de los
siglos el estudio de los caminos del espíritu, ha recibido nombres diversos:
Mística, ascética, teología ascético-mística, teología de la perfección cristiana,
actualmente se habla de espiritualidad y de teología espiritual.
Teología espiritual
es el término empleado por el Concilio
Vaticano II (SC 16) y actualmente más usado en los documentos eclesiásticos y
escritos teológicos, la teología espiritual estudia el dinamismo de la vida
sobrenatural cristiana, con especial atención a su desarrollo perfectivo y a
sus connotaciones psicológicas y metodológicas siendo ella la que considere y describa la dinámica perfectiva
de la oración cristiana, las fases típicas de su desarrollo, las connotaciones
psicológicas y los métodos para ejercitarse en ella. Según esto se deduce no
solo de los principios doctrinales-biblia, magisterio, teología especulativa;
sino también de los datos experimentales atesorados por las generaciones
cristianas especialmente la de los santos, en efecto los santos de Cristo
son testigos fidedignos del verdadero
camino del Señor(Hch 18,25),la
verdadera espiritualidad es aquella que en la practica hace santos a quienes la
siguen; por el contrario son falsas aquellas espiritualidades que no conducen a
la perfecta santidad.
“La vida integral en Cristo es una realidad que debe ser vivida muy
conscientemente.”No nos extraña que el Padre que nos eligió para
incorporarnos a su misma vida, nos eligiera también para configurarnos con su
imagen para ser en verdad en todo nuestro ser, hijos según la forma del Hijo,
en ese mismo camino del Hijo”. Quien es y vive en Cristo, vive la relación de
Hijo y de hermano en el Hijo, con todo
ello lo que esto implica, también es su
misión, de forma participada: “Como
el Padre me envió, también yo os envío”
(Jn 20,21) Por eso el
cristiano constitutivamente es y vive en misión y su espiritualidad
consiste en “vivir el misterio de Cristo
enviado”.
Es importante subrayar lo que significa la vida trinitaria y lo
que comunica, es la iglesia el ámbito en el que se visualiza y se da el Padre
por Cristo, in Spiritu, a los hombres;
ella procura la verdad de la comunión incluyendo la integración de los
elementos internos y externos que la componen, como nos afirma el Vaticano II: “Pero
la sociedad dotada de órganos jerárquicos, y el cuerpo místico de Cristo,
reunión visible y comunidad espiritual, la iglesia terrestre y la dotada de
bienes celestiales, no ha de considerarse como dos cosas, porque forman una
realidad compleja, constituida por un elemento humano y otro divino”.
La igualdad de todos los cristianos, ya sean laicos,
ministros sagrados o religiosos, poseen
una “autentica igualdad”, una “común dignidad”, y están vinculados entre sí por una “recíproca necesidad”. “La igualdad
diferenciada” está fundamentada en la acción del espíritu que sobre la comunión formada por
hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, suscita carismas diversos; y su praxis
suele encontrar dificultades. No puede pasarse por alto la comunión entre la
misma institución jerárquica: La comunión del Colegio episcopal con el Papa,
del presbítero con el obispo y de las
Conferencias Episcopales con el Presidente, siendo planos muy distintos
plantean la comunión que también debe ser jerárquica. Es necesario entonces
subrayar la comunión como la mejor garantía de su calidad de vida, al igual que
la comunión y la misión de la iglesia, además de ser inseparables, se implican
mutuamente: “La comunión y la misión
están profundamente unidas entre si, se compenetran y se implican mutuamente,
hasta tal punto que la comunión representa la fuente y el fruto de la misión:
la comunión es misionera y la misión es para la comunión”.
Ciertamente en la
teología espiritual deben prevalecer los principios doctrinales o datos
experimentales, cuidando bien de integrar el ontologismo de las ideas con el
psicologismo de la experiencia concediendo siempre el primado a los principios
doctrinales; es así como podemos decir que, San Ignacio De Loyola en su insistencia en el bien común y la sana
intención de vencer las pasiones desordenadas nos invita a conocer su legado de
saborear las actitudes que proceden del
Espíritu del bien, y que contribuyen a buscar y hallar la voluntad de Dios;
uniendo el camino de vida - fe.
El que aspira
transfigurarse con Cristo, necesita procurarse buenos planes- doctrina
verdadera y guías experimentados-maestros espirituales; “Si un ciego guía a otro ciego,
ambos caerán en el hoyo” (Mt15, 14) San Ignacio vivió una continua búsqueda
de Cristo, una sed insaciable de discernir lo bueno de lo malo, de descubrir la
necesidad de Dios; y la llenura de los sentimientos de Jesús, de allí
la invitación de pensar, sentir, querer, amar, hablar y actuar como Jesús,
apasionado caballero que sostuvo “EN TODO AMAR Y SERVIR” y como nos dice: Jn 3,
18 “Amémonos verdaderamente y con
acciones” siendo esta clave una verdad tan profunda y trascendental que pone de relevancia el amor;
de igual forma centra la idea de que el
verdadero amor se encuentra en la
generosidad, en la entrega, en la donación de
si mismo.

¿Cómo prolongar en la
sociedad actual el mensaje que nos comunicó San Ignacio?
·
Buscando
siempre a Dios.
·
Rescatando
la acción.
·
Viviendo
una espiritualidad integradora.
·
Asumiendo una
vida cristiana apasionada, convirtiendo la vida en
amor y servicio.
Hemos de buscar a
Dios, a pesar de que se encuentra en todos los momentos de nuestra vida,
hay que descubrir al Dios con nosotros mediante el cambio constante de
actitudes y comportamientos; mediante compromisos que conlleven a una acción –
servicio, dando paso a una espiritualidad integradora que derribe las murallas
que aislan y dividen, con un espíritu generoso e inflamado de Dios, luchando
por una vida cristiana amorosa, cálida y motivadora.
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